Otra historia tras tragedia en Jet Set; que cambió la vida a estas niñas


Tras dos meses después de la tragedia en la discoteca Jet Set que dejó 234 muertos y más de 180 heridos, tres pequeñas que hoy viven con sus abuelos, la inocencia ha sido una barrera invisible ante la profundidad de un evento que transformó su mundo para siempre.

Como cuentan  sus abuelos, la adaptación de las niñas ha sido menos compleja de lo que temían. La convivencia previa con las dos mayores, cuando sus padres servían como capitanes del ejército, fue clave en esta transición inesperada.

Una de ellas ya había estado al cuidado de su abuela materna, Maritza, durante casi cinco años, lo que generó un lazo afectivo sólido que hoy sostiene los días más difíciles.

La vida cambió en cuestión de horas. Y aunque los nombres de Randy Alexander Rodríguez y Alba Montero Rojas siguen resonando entre familiares y compañeros de armas, fue Maritza quien cargó con una de las tareas más complejas: contarles la verdad.

Con apoyo profesional en salud mental, fue desvelando poco a poco la ausencia permanente de sus padres. Primero la del padre, quien fue rescatado con vida de los escombros, pero luego no resistió. Seis semanas después, las niñas supieron que también su madre no volvería.

La rutina escolar continuó como una forma de sostén emocional. Finalizaron el año con clases virtuales, en un entorno familiar y seguro. Sin embargo, a partir del próximo ciclo, pasarán del colegio privado al sistema educativo público, marcando otro cambio significativo en su nueva realidad.

Adriano Montero, abuelo materno, vive su duelo entre recuerdos y reproches. “Nada más teníamos tres hijos y ya se murieron dos accidentalmente”, expresó entre lamentos, evocando también la pérdida de su hijo mayor ocurrida hace siete años en un hecho vial.

Este nuevo golpe, cargado de dolor y frustración, lo ha dejado con una sensación de abandono institucional.

El adiós a Alba Montero Rojas: 46 días de lucha tras la tragedia del Jet Set

Se indigna al ver que el propietario del lugar donde ocurrió el hecho no enfrenta consecuencias legales. “Ese señor sigue libre como si nada. El sistema no tiene esperanza”, dijo con voz firme.

La carga emocional de criar a sus nietas se suma al duelo. Aunque ellas ríen, él reconoce que esa alegría viene de no comprender aún la dimensión de lo vivido. “Están felices porque son niñas, porque no entienden. Pero nosotros sí sabemos lo que hay detrás.”

En medio del dolor, las palabras de Montero reflejan el desencanto de muchas familias humildes: “Aquí lo único que nos queda es aguantar. Los poderosos siguen siendo más fuertes, y los pobres… más pobres.”

Fue la sexta víctima de su familia:

Alba, de 34 años, acudió esa noche de lunes en compañía de su esposo el capitán Randy Montero Rodríguez Cepeda; su suegra Zoneida Altagracia Cepeda Hernández; su cuñado Anneurys Alexander Viñas Rodríguez; la tía de su esposo, Licelot Elizabeth Cepeda Hernández y una hija de esta, Génesis Lizbeth León Cepeda, quienes también vieron la luz de su vida apagarse con el derrumbe del techo.

 

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