El pastor Jean-Jacques Brutus, de 86 años, fue enterrado el pasado 23 de mayo en la Iglesia Bautista Eben-Ezer de Saint-Marc, Haití. Tres días antes, fue decapitado junto a 14 miembros de su congregación en un ataque brutal perpetrado no por bandas criminales, sino por las llamadas brigadas de autodefensa, grupos civiles armados que surgieron para enfrentar a las pandillas, pero que hoy representan una amenaza por sí mismos.
La masacre ocurrió en la comunidad de Préval, en la región del Artibonito, conocida como el granero de Haití. Testigos aseguran que los atacantes irrumpieron en la iglesia con machetes y armas automáticas, rompieron candados y comenzaron a decapitar a los presentes.
"Comenzaron a decir: 'Vamos a matarlos'," relató un agricultor que sobrevivió al ataque y ahora vive escondido.
Según Bertide Horace, activista local, al menos 55 personas murieron ese día. Los agresores quemaron la iglesia, la escuela y dos molinos de arroz, y se llevaron sacos de arroz, motocicletas y otros bienes. Horace denuncia que siete brigadas de distintas comunidades se unieron para llevar a cabo la masacre.
El caso de Préval no es aislado. Tres días después del ataque, otra brigada asaltó una oficina de aduanas en Malpasse, en la frontera con República Dominicana.
Golpearon a agentes, destruyeron documentos y se apropiaron de vehículos. Hoy controlan ese punto fronterizo, cobran peajes y operan con la misma logística que bandas criminales como 400 Mawozo.
"La constitución haitiana solo reconoce a la Policía y al Ejército. Una vez alguien está armado ilegalmente y no pertenece a ninguna de esas instituciones, es un bandido", declaró un agente de aduanas sobreviviente.
Aunque surgieron como respuesta al fracaso del Estado para garantizar seguridad, las brigadas se han vuelto una fuente más de violencia. Algunas colaboran con la Policía, pero otras se han autonomizado y actúan como ejércitos paralelos.
El informe trimestral de la ONU documenta que cerca del 10 % de las 1,617 muertes registradas en el primer trimestre de 2025 fueron causadas por brigadas de autodefensa.
Romain Le Cour Grandmaison, analista del Global Initiative Against Transnational Organized Crime, advierte que el crecimiento de estas milicias refleja un nuevo tipo de conflicto: un mosaico de territorios controlados por caudillos, donde ya no hay distinción clara entre bandas y brigadas.
Grupos de defensa
La masacre de Préval es un retrato de ese caos. Según los testimonios, los pobladores fueron atacados por negarse a pagar "cuotas de protección" a las brigadas o por no querer formar una propia. Brutus, que llevaba 50 años como pastor y había dado refugio a desplazados por la violencia, fue asesinado sin clemencia.
En su funeral, lo describieron como un "héroe de fe" y a sus asesinos como "monstruos con rostro humano". La Conferencia Episcopal de Haití condenó la matanza y exigió al gobierno que asuma su responsabilidad en la restauración del orden y la justicia.
"La magnitud del mal que nos afecta exige un profundo examen de conciencia," escribieron los obispos.
Mientras tanto, la población sigue atrapada entre el fuego cruzado de pandillas y brigadas que, en muchos casos, actúan igual. La violencia ha superado los límites del crimen común: se ha convertido en una guerra civil no declarada, donde la justicia popular se ha transformado en barbarie institucionalizada.
Basado en un reportaje original de Jacqueline Charles para el Miami Herald (3 de junio de 2025).